En nuestro encuentro comprendiste que la tristeza que veías en tus seres queridos era Amor “disfrazado de tristeza”.
Fue hermoso, cuando elegimos perdonar la ausencia de paz y reconocer que toda enfermedad nos muestra esa ausencia. Al perdonarla nos damos cuenta que el cuerpo no es un límite, pues el Amor no tiene límites, ni tiene opuestos.
Ese día cuando te quedaste mirándome al final de nuestro encuentro, te pregunté ¿qué sientes? contestaste: Paz… El silencio surgió en ese instante presente y con una sonrisa de gratitud respondí: Es la Paz de tu mente, la estás haciendo consciente. Te sonreíste con esa dulzura del que comprende y se permite ser amado por el Amor de Dios mismo y por los seres queridos que te acompañaron en el caminar mientras estabas en la experiencia de este cuerpo transitorio.
Gracias , gracias, gracias, Inesita por tus enseñanzas y permitirme ser consciente que el Amor aunque se disfrace de tristeza nunca deja de ser el Amor mismo donde nos reconocemos y agradecemos.